El turismo en zonas arqueológicas en los últimos años ha representado serios daños a vestigios culturales. Stonehenge es un ejemplo del desgaste y las malas prácticas de los visitantes.
En el solsticio de verano en Stonehenge de 2022 se aglomeraron más de 6 mil personas a pesar del acceso reducido y límites en la distancia del monumento megalítico.
Dicha medidas son para evitar daños estructurales, como ocurrió con la construcción de un túnel para darle acceso a los turistas.
El turismo en Stonehenge es un tema polémico, dado a que se le puede retirar el nombramiento de Patrimonio de la Humanidad.
¿Porqué? Por los repetidos daños en contra de este monumento de más de 5 mil años de antigüedad, principalmente por la construcción de una autopista para facilitar la llegada de los visitantes.
La pugna por Stonehenge comenzó en 1985 desde el hallazgo de cámaras subterráneas.
Esto implicó el cierre total para su investigación, aunque se realizó una invitación masiva para un festival durante el solsticio de verano.
La convocatoria reunió a 600 viajeros que se enfrentaron a 1500 policías que cumplían de impedir el acceso a toda costa.
La Batalla de Beanfield, como se le conoce a este enfrentamiento, se prolongó durante varias horas.
Stonehenge sufrió grandes daños al incendiarse con gasolina, fue vandalizado con consignas y decenas de visitantes se subieron a la estructura provocando el desplazamiento de algunas rocas.
Contrario a lo que se podría suponer, la detención masiva de los llamados Neodruidas trajo una presión mediática sobre Margaret Thatcher, a quien se le acusó de uso excesivo de la fuerza pública.
Esto derivó en varios juicios e interrupciones masivas a Stonehenge, hasta que en 1991 un juez falló a favor de los asistentes al evento otorgando una indemnización por parte del gobierno por daños y perjuicios.
Con este antecedente el número de personas que interrumpen en Stonehenge se incrementó, bajo el liderazgo del activista Arturo Uther Pendragon.
Esta persona, que afirma ser la reencarnación del Rey Arturo, defiende que la religión Neodruida debe celebrarse dentro de sus lugares sagrados.
En el 2008 llevó su caso ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos para exponer que las restricciones de Stonehenge eran una violación a la libertad de religión y de la expresión de la misma.
Esto le valió permiso para que se celebraran las festividades neodruidicas.
Desde el 2011 las celebraciones en eventos astronómicos y cambios estacionales han atraído a miles de visitantes.
En 2014 fue el año con mayor número de daños registrados por la entrada de 37 mil personas que marcaron con aceite y otras sustancias a las piedras que no han podido ser restauraras.
Durante el cierre sanitario por el COVID-19 se realizaron obras de restauración.
Esto llevó a un descubrimiento arqueológico sin precedentes: una red de pozos subterráneos que datan de Mesolítico Temprano hasta la Edad del Bronce Medio.
Sin embargo las celebraciones de 2022, sin restricciones de cuarentena implicaba, la destrucción de estos hallazgos sí no eran ocultados de nuevo.
English Heritage, el organismo no gubernamental que resguarda Stonehenge, ha sido acusado en múltiples ocasiones de explotar el lugar con fines comerciales.
Cobrando tan solo en el acceso a más de 22 euros por persona lo que representó tan solo el día de hoy 132 mil euros (aproximadamente 2 millones 800 mil pesos) que no son destinados para su protección y restauración.
Esto significa que uno de los monumentos más conocidos de la Edad de Bronce, que representa uno de los logros de construcción más grandes de la humanidad temprana, es constantemente destruido por tomarse una foto en alguna red social o para “cargarse de energía”.